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Crash Capitulo 12

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xCaeli's avatar
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Crash
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Aline S.V

Capítulo XII: No como los cuentos.


Tenía que recordarse a sí mismo que las fabulas ni los cuentos de hadas existían en ese mundo, pues cuando Inuyasha ordenó que ni los niños, Kagome y él salieran de la cabaña, todo parecía haberse detenido. O era el tiempo que parecía haberse ralentizado por la ansiedad.

― ¡No, no se levante!

―Tía Kagome, tío Inuyasha dijo que se mantuviera en cama―exclamó una de las gemelas.

Souta despertó de su ensueño entonces y se acercó a paso raudo hasta su hermana, quién tomó por los hombros y obligó a sentarse de nuevo.

― ¡Souta! ―protestó la mujer.

―No estás en condiciones para ir a ninguna parte―señaló. Su hermana quiso decirle algo, su rostro se lo demostraba―ya no soy el niño que podías cargar por toda la casa sin cansarte, hermana―señaló.

―Eso no importa―negó ella―Inuyasha me necesita.

―Inuyasha necesita que estés a salvo―rebatió―no estás en condiciones para pelear, no aún.

Pero Kagome se mostró contrariada y arrugó con fuerza la tela del traje que Inuyasha le había dado. Entendía su temor, su marido y sus amigos estaban afuera pelando y ella no sabía qué estaba pasando, pero su deber era impedir que su hermana saliera de esas cuatro paredes, para evitar riesgos como que la herida se abriera y volviera a infectarse.

―La barrera de la señora Kaede se debilita―Rin ahogó un grito mientras corría a la habitación contigua y ante su imprevisto acto, los niños de Sango y Miroku se acurrucaron más contra la única adulta del lugar, temblorosos.  

―La abuela Kaede ya es demasiado anciana como para sostener una barrera por un tiempo tan prolongado―sobando la espalda de una de las gemelas, Kagome se mordió el labio inferior, cavilando sus posibilidades. Por los gritos y los sonidos de armas al chocar, para ella era claro que la pelea estaba más cerca incluso de lo que ninguno de ellos podía imaginar, quizás en unos minutos escucharían a una cabaña ser destruida completamente.

Con este temor en mente, miró a su querido hermano. Souta estaba perdido, aunque su fachada era una completa tranquilidad, sus ojos lo delataban tal cual pasaba cuando Inuyasha trataba de ocultarle algo o no quería demostrar una emoción. Souta estaba aterrorizado, sin saber qué hacer, su boca le decía que iba a protegerla, pero su cuerpo estaba tenso, porque no sabía cómo actuar en una situación como aquella. No podía culparlo, ella tampoco había sabido qué hacer la primera noche, ni siquiera las primeras semanas, en las que estuvo en Sengoku, cometió error tras error y la única razón por la que ella había sobrevivido a esas vicisitudes era porque Inuyasha había estado ahí para protegerla.

―Souta, esto acabará pronto―declaró Kagome, aunque por dentro ella sabía que era mentira, su hermano la miró sin comprender sus palabras―mañana en la mañana te quiero de vuelta en tu época y no regreses.

― ¿Qué? ―preguntó suavemente. Su rostro pasó del total shock al enojo en cuestiones de segundos― ¡estás loca, yo no me voy de aquí hasta verte en pie de nuevo!

― ¡Souta  Higurashi, me harás caso! ―gritó Kagome de vuelta―esto no es un juego, tu no perteneces aquí y no te quedarás―esa fue su sentencia, su hermano intentó replicarle, pero no encontró las palabras para hacerlo.  

Rin volvió a entrar en la habitación, Souta aguantó el aliento cuando vio a la muchacha con el ceño tan fruncido que se le formaba una pequeña arruga en la frente, se había arremangado los brazos de su grueso kimono hasta la altura de los hombros, donde se las había amarrado con unas telas blancas provisionales, y la parte inferior se la había alzado y sujetado a su cinto.

― ¿Una naginata? ―Souta se sorprendió al ver a la muchacha cargando un arma con una mano mientras que con la otra le alcanzaba  un arco y un carcaj lleno de flechas a su hermana.

―Gracias, Rin―asintió Kagome, luego se dirigió a él―Souta, quiero que mantengas a los niños juntos, cualquier cosa que pase, Rin y yo estaremos en el frente.

― ¡Tú no puedes pelear!  

―Sentada o de pie, puedo seguir lanzando flechas―afirmó testaruda mientras colocaba una flecha en su lugar.

― ¡Y se supone que tú no sabes pelear!

Rin le dirigió una mirada que podría matarlo, un gesto que no había visto antes en la niña dulce que había conocido esos días. Souta notó que las manos le temblaban y quiso apuntárselo también, es que era tan o más tonto que lo que habían hecho días antes, que esas dos se metieran en una batalla en la que estaban claras sus desventajas, era de estúpidos.

―Debo proteger a mi hermana Kagome―musitó suavemente―en este mundo, joven Souta, no hay tiempo para ser débil… si lo somos, entonces morimos, no hay segundas oportunidades.

Souta tragó duro.

―La barrera está por caer―comentó Kagome al aire―Rin, no te separes demasiado de mí, no voy arriesgarme a perder a ninguno de ustedes.

―Mi hermana habla como una verdadera guerrera―rio la susodicha.

―Soy esposa de un guerrero y yo soy una sacerdotisa, me sorprendería que pensarán que Inuyasha y Kaede no me ha enseñado un par de cosas―tal cual había aprendido años antes, Kagome alzó el arco, apuntándolo levemente por sobre su cabeza y, tensándolo bien, esperó.

Kagome sintió una vibración, siempre había una vibración en el ambiente cuando se quebraba una barrera; era como un pulso que la golpeaba, como si le estuviese avisando del acontecimiento. Hasta que finalmente el manto invisible que los cubría desaparecía ante sus agudos ojos.

―Está abajo―musitó Kagome al ver el último pedazo de energía desvanecerse ante ella.

Hubo un silencio funesto, o quizás fue sólo su impresión, porque lo siguiente que supo es que una de las paredes era reducida a tablas rotas y astillas. Souta sujetó a los niños que gritaban por el susto del momento y los cubrió con su cuerpo como podía. El fuego en la cabaña se apagó de sopetón, y el viento helado golpeó todo su cuerpo, provocándole un escalofrío.

― ¡Souta, muévete detrás de mí! ―Kagome gritó a su costado y los sonidos volvieron a ser parte del mundo del chico.

Ahora escuchaba, con una perturbadora claridad, los gritos de los aldeanos y sus ojos vislumbraron las llamas que se alzaban en la aldea tanto como las sombras de monstruos temibles que engullían las vidas de algunos.

Kagome y Rin alzaron sus armas ante la amenaza más cercana, la primera con una seguridad impropia para la circunstancia y la segunda con las manos temblorosas, pero aún firme.

La bestia frente a ellos, sin miedo a calcular, era de unos tres o cuatro metros, de su boca salían colmillos amarillos cubiertos de lo que Souta creía era sangre. Su piel grisácea y las cicatrices en todo su cuerpo le provocaron un mal sabor de boca, pero se entumeció cuando el monstruo dejó escapar un chillido que los dejó sordos por unos minutos.

Kagome, con los oídos pitando, soltó la cuerda de su arco y la flecha salió disparada hacia el monstruo, clavándose en su pecho. Acto seguido, el brillo que su flecha purificadora había emitido, se extendió por todo el cuerpo de la víctima y lo redujo a cenizas en cuestión de segundos. La mujer frunció el ceño, extrañada por la facilidad en que la bestia se había dejado aniquilar. A ella no le gustaba nada.

Esto no estaba bien.

Miró hacia la lejanía, la aldea en llamas; aún se escuchaban los gritos y las armas. Casi podía decir que oía a su marido y amigos gritar, pero todos estaban alejados de ellos… ¿por qué? Sabía que Kaede había armado una barrera de energía para protegerlos, pero no podía pasar desapercibido que el enemigo estaba centrando su ataque en el centro de la aldea, olvidando las periferias, como intentando crear escándalo…

Como una distracción.

Kagome maldijo para sus adentros, mala hora en que esa herida no estaba por completo cicatrizada. Escuchó a Souta reclamarle cuando ella optó por intentar ponerse de pie.

―Hermana… ―Rin se acercó a ella con gesto preocupado, bajando la guardia para atenderla. Kagome la miró severamente.

―Levanta la naginata y no…

Pero sus palabras murieron en su boca cuando notó que su pequeño e inofensivo grupo tenía compañía.

― ¿Quién eres? ―Kagome se irguió por completo, obviando el dolor de su costado y levantó el arco y alistó una flecha al instante.

Souta empujó a los niños detrás de él ante el repentino cambio de actitud de su hermana mayor, Rin en cambio se volteó precipitadamente y levantó el arma entre sus manos en un gesto defensivo. Malo estar en un periodo en el tiempo en que la supervivencia se basa en conocimientos básicos, Souta carecía de todo para sobrevivir en circunstancias como esas, pero trató de mostrarse seguros por los niños que se aferraban a su ropa como pinzas de cangrejo, estaban más aterrados que él.

―Responde, ahora―siseó su hermana en un tono tan frívolo que le sorprendió.

Pero el intruso sólo sonrió.

Kagome lo detalló con una mirada crítica, piel pálida como el de un fantasma, cabellos negros y largos tomados en una coleta alta, los ojos fueron un impacto al ver que sus globos oculares eran totalmente negro y su boca llena de colmillos prominentes. Su armadura sólo la preocupó más, símbolos de algún clan estaban impresos en su traje y la espada que blandía en su mano despedía una youki amenazante aunque era claro que no estaba más que dejando a flote una fracción de su energía.

¿Qué hacía un demonio como él atacando esta aldea, con qué objetivo?

Kagome se preguntaba esto cuando el hombre alzó su mano libre y señaló con una siniestra voz:

―Dame a la chica.
Capítulo doce de Crash, por fin.

Ahora empieza lo bueno XD.
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MetalliaArcangel's avatar
ya nunca lo volviste a escribir? </3