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Un cuento Uchiha: Cap 4

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xCaeli's avatar
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Capítulo IV: La fuerza del joven
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Aline S.V.


Ellos me miraron incapaces de creer que, entre toda la locura que se cernía sobre nosotros, algo había cambiado en mis ojos. Takumi era el único que pareció tener la mente fría en ese momento, al menos para priorizar en la situación devastadora en la que nos encontrábamos.  
¿Que cómo era consciente de que el sharingan se había activado?… simplemente un comentario y supe que ahora el secreto familiar ya no era secreto familiar.


― Sharingan―Kouga la tomó por los hombros, pegando su rostro prácticamente al de ella, incapaz de creer lo que veía.

―No… no―negó ella fehacientemente y comenzó a temblar con fuerza.

― ¡Pero, esos son los ojos de los Uchiha! ―exclamó Masato, atragantado mientras sacaba fuerzas de flaqueza para levantar a un herido Takumi― ¡Chiyome no es una Uchiha!

― ¿No lo eres? ―musitó el hombre con cierta ironía.

La niña lo miró aterrorizada, su boca balbuceó cosas incoherentes en busca de una excusa o una historia creíble, pero nada más que monosílabos y palabras sueltas era capaz de soltar al aire.

― ¡Basta de esto! ―Takumi sacó fuerza para gritarle a su maestro.

―Calma, te haces daño―musitó Masato mientras intentaba movilizarlo, pero el muchacho se movía torpemente con la intención de alcanzar al adulto y a la chiquilla que parecía cada vez más estupefacta.

―Discutamos ese detalle después, cuando estemos a salvo.

Pero Kouga no dejó de mirarla, en cambio, la obligó a cerrar lo ojos, haciendo que la niña se tensara y, finalmente, la tomó en brazos.

―Salgamos de aquí―señaló luego―los llevaré al bosque tras el Monumento de los Hokages, estarán a salvo allí.

―Pero el refugio―Takumi protestó cuando Masato logró, finalmente, obligarlo a subirse en su espalda.

―Es probable que la entrada esté destruida. La onda expansiva derribó todo a su paso―afirmó fríamente―los llevaré a los bosques, es posible que hayan evacuado a los niños a esa zona.

Chiyome sintió cómo su maestro la afirmaba con más fuerza en su contra, todavía el miedo la embargaba.

―Chiyome―escuchó nombrarla, la chica se removió, pero se negó a abrir la boca―trata de calmarte y no abras los ojos.

No abrir los ojos…

De alguna u otra forma eso le traía a la cabeza recuerdos de cuando sus padres adoptivos la llevaron a casa esa noche, luego de contarle muy brevemente en el refugio que, cuando era aún una infante,  había sido dejado a su cuidado por el traidor Itachi Uchiha.

Chiyome, cuando te conviertas en Gennin―había dicho su madre con la voz atragantada, sosteniéndola aquella noche anterior a su examen de graduación. Apenas podía verla en la penumbra de su habitación, pero sus manos temblorosas y su falta de aliento al hablarle… para ella era fácil de deducir que su madre estaba aterrorizada del mañana―habrá muchas oportunidades en las que estarás en peligro… yo no soy parte del clan Uchiha y no conozco por completo sus tradiciones, pero Chiyome―había susurrado―si acaso despiertas el poder del Sharingan, mantenlo en secreto, no dejes que nadie más sepa de esto.  

―Mantendré el secreto―había afirmado con total seguridad de que jamás alguien sabría de su pequeño secreto.

Se equivocó y lo peor es que ahora no sabía qué hacer.

Mientras corrían por las grietas y el viento y el polvo golpeaban su cara, un nuevo estruendo la hizo gritar y asirse con más fuerza al cuerpo de su maestro, el corazón se aceleraba más y más mientras la sensación de derrumbes y escombros cayendo por algunas partes a su alrededor la imbuía en un estado de pánico. Mil imágenes recorrían su mente, en un tren de destrucción devastador. Imágenes que reflejaban no sólo la destrucción, sino la muerte de los habitantes y sus seres queridos en la aldea.

― ¡Kouga sensei!―Takumi gritó.

Abruptamente, el hombre se detuvo, dejándola sin aire.

― ¡Por allí! ―exclamó Masato.

La ventolera que se levantó tras las palabras de su compañero, sin embargo, no se llevó sólo con ella el polvo, pues el nombre que su maestro dejó escapar, provocaron que ella dejara su entumecimiento de lado.

―Naruto Uzumaki.

Removiéndose entre los brazos de Kouga, Chiyome apartó su rostro del pecho de él y con los ojos más abiertos que nunca, dirigió su vista hacia el susodicho.
No podía distinguirlo correctamente desde la distancia, pero sí podía distinguir la magnitud y el color del chakra que el joven, aún en la distancia, desprendía. Para Chiyome era ver como un humano envuelto en llamas.
Sorprendida por el hallazgo, terminó por zafarse del fehaciente agarre de su maestro y se dejó caer de pie, obviando el dolor, y en pasos torpes alcanzó a los dos muchachos que parecían tan absortos como ella en la repentina aparición de él, Naruto Uzumaki.

―Su chakra es poderoso… y cálido―musitó la niña, fascinada. En un trance.

Kouga observó con cuidado desde el montículo al que se había encaramado, la pequeña silueta del muchacho; el jinchuuriki del Nueve Colas, preguntándose qué era lo que había cambiado en el muchacho que antaño había sido rechazado y burlado, que cómo era posible que, a pesar de haber sido denigrado por la propia aldea, él nunca le dio la espalda a ésta, como ésta lo hizo con él.
Tal vez, dijo en su fuero interno, debido a su voluntad había logrado lo que muchos sólo veían como un sueño tonto. El cambio. La razón por la que muchos camaradas habían muerto ese mismo día para proteger a un solo chico.

El deseo de cambiar.

Pero las cavilaciones debían ser dejadas para más tarde, pues la presencia de Naruto en la aldea, no sólo significaba esperanza para los habitantes, también significaba que una batalla más terrible y peligrosa se cerniría sobre ellos.

Debía sacar a los niños de allí, se dijo. Ellos eran el futuro de esa aldea.

―Chiyome―la burbuja estalló en su cerebro y la muchacha apenas se giró cuando un agudo dolor en el pie le hizo soltar un pequeño y lastimero quejido. De pronto fue consciente de la torcedura―ven―ordenó y, sin previo aviso, la tomó en volandas una vez más―cierra los ojos, tu sharingan aún no desaparece.

La chica asintió quedamente, embobada por la repentina seguridad y calidez que le transmitían los brazos de su maestro, luego, avergonzada, apartó la mirada de sus amigos, que la miraban expectantes y, finalmente, volvió a cerrar los ojos.
Lo siguiente que supo es que estaban de nuevo en camino.

― ¡Sensei, déjeme ir con usted! ―Masato se alejó de ellos dando par de zancadas, sólo para quedar a unos pocos centímetros del cuerpo del hombre―estoy en condiciones de luchar si es necesario, no estoy herido.

―No, Masato―negó el shinobi, pero el niño negó con la cabeza.

―No puede pedirme que me quede aquí sentado esperando, tengo energía suficiente como para ayudarle si es  necesario―protestó.

―No tienes la experiencia suficiente como para enfrentar una situación como esta―negó nuevamente, su gran mano cayó sobre el hombro del niño―ustedes no son más que Gennins, este tipo de batalla está fuera de rango para ustedes, inclusive para mí.

La críptica declaración la hizo estremecer. Si era así, ¿qué esperanza se podía tener en una situación como aquella? Con la aldea destruida, muertos por todas partes, quién sabe dónde se encontraban los refugiados y demáses, ¿muertos o sepultados vivos entre los escombros?

Lo peor era que todavía no había terminado.

―No importa si somos o no ninjas en entrenamiento, nuestros camaradas están allí. No podemos condenarlos a muerte.

― ¿No lo comprendes, Masato? ―el hombre suspiró y de soslayo, con un gesto doloroso miró en dirección a las ruinas de lo que alguna vez fue una próspera aldea.

― ¿Entender qué? ―preguntó impaciente.

―Los niños son el mañana, en ustedes reside la semilla de la nueva generación―entonces los miró directamente y, casi como una reacción en cadena, su tono de voz les causó escalofríos a los tres, pero no de una mala forma―ustedes conquistarán lo que nosotros no pudimos conquistar, lograrán metas que nosotros no logramos, tendrán conocimientos que sus antecesores no poseerán y sus vivencias pasarán a formar parte del sueño de la nueva generación―la determinación en los ojos de su maestro la sorprendieron, pues en ningún momento en los meses que iban de formar un equipo, había logrado ver jamás una faceta tan terca, impávida y segura como la que estaba escuchando de su maestro en ese minuto―dejar que un niño muera… como aldeano, como shinobi; como hombre y como persona: No me lo perdonaría jamás.

―Kouga…

―Quédense aquí, a salvo. Esta batalla no es para ustedes―continuó―y asegúrense de que Konoha se ponga de pie de nuevo.

― ¡No tiene que despedirse, Kouga sensei! ―exclamó Masato, pero él hombre sonrió.

―No lo hago―luego dirigió su vista hacia ella y con una sonrisa tranquilizadora dijo: ―no te preocupes.    

Chiyome se atragantó con el caudal de palabras y oraciones que se formaban en su garganta, incapaz de pronunciar palabra alguna, lo siguiente que captaron sus dotados ojos era como su maestro se alejaba de ellos, a través del follaje hasta perderse.

―Tampoco temas por nosotros―una gentil caricia de la mano de Takumi le estrujó el corazón―de nuestra boca, jamás saldrá nada sobre tus ojos, por eso…―suavemente, le cerró los ojos y dejó que sus compañeros la reconfortaran en orden de desactivar su doujutsu.

Han declarado a Sasuke Uchiha como un criminal consagrado.

Tsunade-sama, la Hokage, está en estado de coma.

Hay rumores de guerra.

Los líderes de las Grandes Naciones Ninja se reunirán.

¿Habrá guerra o no?

Si hay guerra, nuestra aldea estará desprotegida, no estamos preparados para bajar nuestras defensas… ¡mucho menos durante la reconstrucción!

No podemos ser egoístas, el equilibrio de nuestro mundo se está rompiendo.

Si no hacemos algo al respecto, nuestro destino será peor que incierto.


Comentarios iban y venían desde el día cero en el que Konoha se vio destruida por Akatsuki. En un principio, cuando la situación había logrado calmarse dentro de lo posible, el alivio de ver a sus familias y amigos sanos y salvos fue suficiente como para reavivar las llamas de la esperanza, todo gracias a un solo chico: Naruto Uzumaki. Pero pronto, los días de sol acabaron con rapidez y la sombra de la guerra comenzó a acechar las modestas casas que comenzaban a erigirse. Era un miedo colectivo que pronto se volvió una realidad.

Si antes pensaban que  Akatsuki era lo peor que podía pasarle al mundo ninja, el nombre de Madara Uchiha hizo estremecer a la gente hasta sus huesos. Sin embargo, un ninja no puede darse el lujo de flaquear, en una misión de prioridad, la vida y la muerte pasa a un plano relegado. Y en este caso, el deseo de proteger a los aldeanos y lo poco que les quedaba era mayor que cualquier otro miedo mundano.

―Nuestros padres marcharán a la guerra…―le había dicho Sakiko.

―Así es―había respondido ella, impávida.

― ¿No tienes miedo de no volverlo a ver? ―preguntó.

―Como cualquier hija teme el no poder ver a su padre nunca más―musitó ausente.

―No sé qué haré si él no regresa.

―Conquistar lo que él no logró conquistar―Sakiko la miró unos minutos, sin embargo no dijo nada en respuesta.

Junto a algunos aldeanos, jóvenes ninja en entrenamiento y las mujeres, Chiyome observó a Kouga y a su padre dirigirse algunas palabras que ella no logró captar. Shinobis y Kunoichis con experiencia se alistaban para partir en un desfile interminable de rostros.
Sus hermanos dieron vítores de ánimos a su lado, mientras algunos niños, muy pequeños como para entender la situación, lloraban por la separación de sus padres. Pero Chiyome no podía dejar de observar a los dos hombres que, con un gesto suave de sus muñecas les hacían gestos de despedida.

Chiyome no podía hacer mucho con su rango, no era más que una Gennin, una novata con cero experiencia en misiones de alto rango y, mucho menos, en guerras. Por eso ellos se quedaban atrás, como único refuerzo en esa aldea que seguía tambaleándose por la reconstrucción.
Había algo en ella que ansiaba estar en el frente con ellos, una sensación casi suicida; se decía con frecuencia, pero entonces recordaba y se retractaba.

No era miedo la que la hacía retroceder. No. No era nada por el estilo.

Ella era una kunoichi, su prioridad era pensar antes de actuar, pues si actuaba antes de pensar… podía causarles daño a miembros de su equipo.
Un ninja no es sólo poder físico, también es poder mental y el tan sólo querer entrometerse en una guerra para la que estrictamente no estaba preparada en absoluto, sólo traería consigo desgracias. Sólo sería un blanco fácil.

Entonces comprendió que, aunque debía quedarse atrás junto al resto de su generación y que su trabajo era muchísimo menor que el de los experimentados, no significaba que sus pequeños trabajos fueran menos importantes que las de sus mayores.
Proteger la aldea era la misión de los Gennins que habían quedado atrás, proteger el hogar al que ellos desearían regresar. El hogar de todos los que vivían y los que estaban por venir. Por ellos y por los que vendrían, era su turno de proteger. Por eso ella deseó que su padre, su maestro, que todos volvieran a casa.

Las palabras de Kouga sensei resuenan en mi cabeza hasta ahora, tienen un peso tal en mí que ningún temor fue suficiente como para tomar su lugar.
En esos días comprendí que no éramos simples ninjas. Nosotros éramos la semilla del mañana, la razón por la que el futuro existe.
Kouga sensei decía que esa era la fuerza del joven.
Regalo de navidad, el capítulo cuatro de la historia de Chiyome. :D
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KarymesHome's avatar
Kaoriiii~ hoy di mi último examen por un tiempo así que tendré tiempo de stalkear tus escritos nuevamente xD
Hoy, después de dormir siesta como nunca, me pondré a leer tus historias *-*
.. y feliz navidad atrasada ;_;